domingo, 8 de marzo de 2009

LA SALUD Y SU VÍNCULO CON LA EDAD

Citando una canción de Luis Enrique Ascoy: “yo era un tipo, relativamente bueno, mejor dicho, yo era un pobre diablo mas…”, hago una reflexión sobre la salud y sus vínculos con la edad, a partir de mi experiencia reciente. En mi caso yo diría: “Yo era un tipo relativamente sano, mejor dicho un joven más”.
Efectivamente, mi juventud ha sido muy intensa y desordenada, refiriéndome al tema alimenticio (hago la aclaración de antemano). Comía de todo e inclusive lo más extraño que pudiese haber. En mis viajes no perdía la oportunidad de probar platos típicos como por ejemplo: Chicharrón de lagarto, o carne de monte, e inclusive patillo asado (o pato de mar) o cebiche de muy muy.
Pese a ello, no tengo en mi memoria episodios de borracheras del cual haya hecho algo indebido, es más, creo que nunca he llegado al límite de ese estado el cual uno pasa de ser un ser sociable a un buitre (conocido por la fase de vómito, el cual la persona toma la apariencia de un buitre: “buitreo”).
Sin embargo, he sido una persona muy propensa al consumo de alimentos poco nutritivos (entiéndase “chatarra”). Tenía un cajón de emergencia en mi oficina para casos de urgencia y estados ansiosos el cual contenía: tortees, chizitos, papitas, galletas crips y otros similares. No podía faltar la famosa Coca cola o Sprite para que calme la sed y pueda recibir mi dosis de cafeína o similar. Pese a que ya era casado (soy casado casi toda mi “vida”, hace 17 años), tomaba los famosos desayunos de soltero: gaseosa con galletas. Me gustaban las comidas bien condimentadas, con sal y pimienta yen el caso de los postres, bien dulces. Tomaba café con 4 cucharadas de azúcar.
Pese a todo esto, mi salud era bastante buena: no tenía problemas de presión, nunca usé lentes para la vista, mi peso era regular, hacía deporte (en mis buenas épocas, era entrenador y jugador en primera división de Beisbol). Viajaba constantemente de la puna a la selva en unas horas y no e afectaba para nada la altura.
Ahora, a mis cuarentidos años de salud (y de vida), presento diversos pequeños problemas y una operación en mi haber, algo que pensé nunca iba a requerir. Ahora mi presión me molesta bastante seguido, el estómago es afectado fácilmente con alimentos muy condimentados y la altura me provoca dolores de cabeza.
El ir al doctor es otro martirio, porque te va quitando o prohibiendo poco a poco los placeres de la vida. Primero parte por los alimentos ya que comienza a restringirte algunas comidas, incluso de por vida (muy condimentadas, grasas, frituras, embutidos, embotellados, etc.). Luego pasa a otros placeres como el cigarrillo o las bebidas espirituosas en todas sus formas (vino, cerveza, pisco, etc.). Luego te castiga con pastillas y pastillas que te afectan al estómago y terminas con una gastritis. En algunos casos, te pueden restringir temporalmente el placer más importante (ya se imaginan cual es), lo cual para algunos pierden casi el sentido de la vida.
Por eso es que muchas personas prefieren no ir al médico y seguir con sus rutinas que tener que alejarse de estos placeres. No es que promueva el hedonismo (principio basado en la búsqueda del placer y la supresión del dolor como objetivo o razón de ser de la vida) pero los placeres que nos da la vida deben de aprovecharse al máximo en el momento que le corresponde. (Oler la flor en su momento, no antes cuando aún está verde ni luego cuando ya se marchita)
Algunas personas, recurriendo a un refrán de las abuelas dicen: “La vida pasa la factura de todos los desórdenes alimenticios”, y puede que tenga algo de cierto.
Considero que el organismo en estado joven, tiene la ventaja de asimilar mejor los alimentos chatarra y genera un proceso de tolerancia, evitando sufrir daños a la salud. Además recurre a diversas técnicas para evitar cargarse de presión y liberar las toxinas en el cuerpo. Sin embargo, a pesar de mantener el mismo régimen alimenticio, llegada a cierta edad, el cuerpo ya no tiene la capacidad de enfrentar tanta descarga de alimentos que exigen de sobremanera al organismo.
Pese a todo lo comentado, no me arrepiento de lo vivido en mi juventud, refiriéndome a lo comido en esa época, ya que fue con mucho placer y en su mejor momento. Hay personas que se cuidan toda su vida diciendo: ya habrá un momento para darme ese gusto”, y cuando menos lo piensen, estarán diciendo: “Cómo no lo hice antes” o “nunca pude hacer eso o comer aquello”.
Mi moraleja sobre este tema es, vive tu vida de manera intensa como si fuese el último (claro, sin abusar) y disfruta de los placeres del buen comer y beber… que luego, no podrás hacerlo”.
Eso si, es importante hacer deporte u otra forma que le permita a tu cuerpo desintoxicarse y limpiarse de todo lo que te llevas a la boca. Y la desintoxicación no sólo se refiere a hacer deporte ya que el alimento no es lo único que maltrata al cuerpo. Estudios recientes indican que el ruido molesto afecta notablemente a la salud de las personas. Ni que decir de las tensiones laborales o las presiones propias de la casa y las deudas. Es por ello que TODOS debemos de encontrar formas alternativas y creativas de poder liberar las tensiones y relajarse, pese a lo difícil que puede ser la vida. No esperar llegar a tener que usar sedantes o relajantes para eliminar las tensiones. Apelen a su creatividad y busquen “una amante”: ama un deporte, un hobbie, una afición, a tus hijos, a tu pareja, a tus padres.. a la vida.. y vívela con calma pero en su momento.
Por último, adjunto algunas fotos para que vean los cambios que he tenido en los 11 años que tengo en el MIMDES.
Luis Velez H